A 100 años del nacimiento de la poeta Orfila Bardesio

El 18 de mayo la recuerdan Biblioteca Nacional con una mesa de diálogo.

El próximo 18 de mayo se recordará el el centenario del nacimiento de la poeta Orfila Bardesio. Frente a este acontecimiento la Biblioteca Nacional realiza ese día a la hora 18 una mesa de diálogo para anzlizar la obra de una de las mayores poetas del Uruguay. De la misma participarán el director de la Biblioteca Nacional, Valentín Trujillo, el poeta y crítico Luis Bravo y Francisco Álvez Francese, escritor y crítico (vía Zoom desde París).

Poeta y docente uruguaya, Bardesio nació el 18 de mayo de 1922. Con inquietudes poéticas muy precoces, recibió una educación católica y humanística que luego se verá reflejada en toda su obra. En sus poemas sobresale su delicada pasión por la naturaleza y los animales, además de un estrecho vínculo con la creación y la figura de Dios. Vivió un largo período en Treinta y Tres desde donde ejerció la docencia en literatura. Inició su carrera literaria en 1939 con el poemario «Voy». Le siguieron «La muerte de la luna» (1942) y «Poema» (1946), obteniendo críticas positivas en el ámbito literario.

Jules Supervielle la alabó como una gran poeta, y fue parte del círculo literario de la Generación del 45. En 1950 Bardesio se casó con el poeta y escritor Julio Fernández. Con él se trasladó a Treinta y Tres, donde fue profesora de lengua y literatura española.

Por su trilogía cristiana «Uno» (publicada en 1955, 1959 y 1971) y por su libro «Poema» recibió cuatro veces el premio del Ministerio de Educación y Cultura. Después de la muerte de su esposo en 1974, regresó a Montevideo. En 1984 se publicó su obra maestra «El ciervo radiante». En 1989 publicó el ensayo literario y religioso «La luz del ojo en el follaje». Su último libro de poesía, «La canción de la tierra», apareció unos meses después de su muerte. 

Alberto Zum Felde celebró su “original y apasionada intuición de la vida”. Afirma el crítico Wilfredo Penco: “El código de Orfila Bardesio es resultado de cuidadosa orfebrería (desde la que carga de ornamentos hasta la más despojada, sin limitaciones de métrica ni de rima), y de una capacidad de asociación discrecional pero no arbitraria, en todo caso guiada por un afinado sentido que convierte combinaciones de palabras en objetos de atractiva sensualidad”.

En 1946, a raíz de la publicación de Poema, el segundo libro de Orfila Bardesio, Idea Vilariño –utilizando el seudónimo de Ola O. Fabre– escribió que en la poeta encontraba: “profundo amor, comprensión, ternura por las cosas y los seres, una vibración espiritual, intelectual, física, que corresponde largamente a ecos más delicados.” La revista Malabia señala que «según sus propios recuerdos, la necesidad de escribir la asaltó a los doce años mientras jugaba con otros niños. El juego consistía en saltar un enorme pozo llegando indemne a la otra orilla. Es posible imaginar aquella escena infantil con los gritos de excitación, el temor, la alegría del desafío. Consumado el propósito del juego, la futura poeta siente que debe escribir sobre esa experiencia: algo, alguna palabra, alguna vez».

«Acaso esa sensación de riesgo, de oscuridad latente debajo de los pies de la niña, de abandono voluntario de una orilla real por otra incierta, pervivió en toda su poesía. Acaso el peligro inmanente, el desafío, la apuesta, sean la misión última del hombre en el mundo y por lo tanto de la poeta, compañera de ruta, compañera entre las cosas. Acaso en ese salto encontró Orfila Bardesio el tono definitivo de su poesía, el tono que evoca y consolida en su último libro –La canción de la tierra- publicado pocos meses antes de su muerte. En el poema “Oración” escribe: “-¿Quieres pedirle algo/ al que nos salpica/ con agua del día?/ -Tal vez le complazca/ la gratitud que sube/ del corazón naciente,/ tal vez para tender/ un puente/ somos llamados/ tal vez para que amemos/ somos amados,/ y el amor sea/ la razón del mundo.”

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