Alemania ’74: nos creímos campeones del mundo pero nos pintaron la cara

La Selección Uruguaya fue al Mundial con chapa de favorita pero resultó avasallada por las selecciones europeas.

La Copa del Mundo de Alemania ’74 tenía a Uruguay como uno de los firmes candidatos al título. Pero la Celeste protagonizó un gran fracaso al no poder pasar la fase de grupos en la que no consiguió victorias, apenas convirtió un gol y lo hizo un defensa, y resultó avasallada por Holanda en el debut y por Suecia en el cierre.

Se inició en este Mundial la “era de los repatriados”. Fue Aunque esta nueva práctica de recurrir a los futbolistas que militaban en el exterior había comenzado un par de años antes.

Para mayo de 1972 la selección organizó una gira por Europa y poco después se jugaba la Minicopa en Brasil. Para esos eventos se eligió como técnico al Pulpa Etchamendi, que el año anterior había logrado la Libertadores con Nacional.

Se registran en la Minicopa del ’72 los primeros casos de jugadores repatriados. Fueron Baudilio Jauregui, que desde 1971 estaba en River argentino, y Ricardo Elbio Pavoni, que llevaba ya siete años en Independiente.

Estos dos valores que también serían repatriados para Alemania ’74, junto con otros cinco jugadores.

La AUF repetía errores del pasado: en 1961 Enrique Fernández dirigió en la Eliminatoria pero para el Mundial se designó a Juan López con Scarone y Bagnulo. En 1965 Milans clasificó pero en Inglaterra dirigió Ondino Viera. Y en 1973 el DT en la Eliminatoria fue Bagnulo pero no dirigió en el Mundial.

Roberto Porta asumió y dispuso de nueve amistosos previos a la Copa del Mundo, pero ante rivales de bajísimo nivel. Jugó dos con Haití, Jamaica, Hong Kong, dos con Indonesia, dos con Australia y uno ante Irlanda.

A diferencia de los tiempos actuales donde emigran futbolistas de todo nivel y hacia los más variados mercados del mundo, en los inicios de los setenta solo se iban al exterior los mejores exponentes del fútbol local.

Para el Mundial ’74 Uruguay recurrió al servicio de siete jugadores que militaban en ligas de otros países.

Mazurkiewicz del Atlético Mineiro, Pablo Forlán y Pedro Rocha, ambos al Sao Paulo, Baudilio Jauregui de River argentino, Ricardo Pavoni de Independiente, Montero Castillo del Granada de España y Víctor Espárrago del Sevilla.

Uruguay era uno de los cuatro cabezas de serie del Mundial ’74, junto con el anfitrión Alemania y los dos finalistas del torneo anterior que eran Brasil e Italia.

El sorteo de la Copa del Mundo marcó que a Uruguay le tocaba debutar ante Holanda. Esta selección había sido eliminada por Yugoslavia en la clasificación a la Eurocopa 1972, ganando luego su cupo al Mundial en un grupo contra Bélgica, Noruega e Islandia.

En Uruguay nadie le daba demasiada importancia a ese rival.

El Ajax, que era la base de la selección naranja, venía de ganar la Copa Europea de Clubes (hoy Champions League) en 1971, 72 y 73. Rinus Michels fue el entrenador de aquel glorioso Ajax, entre 1965-71. La época dorada de este club acabaría a poco de disputarse el Mundial. Sufrió la baja de su capitán Cruyff, que tras ganar la Copa de 1973 se marchó al Barcelona (donde dirigía Michels), sería determinante.

Rinus Michels dirigió al Barcelona entre 1971 y 75. Dentro de ese período en el club catalán, se hizo cargo de la selección holandesa para disputar el Mundial de Alemania, y no dudó en armar el equipo utilizando como base al Ajax y a los jugadores que él mismo había dirigido años atrás.

Con la base del Ajax llegó Holanda a Hanover para enfrentar a Uruguay que se paró con Mazurkiewicz en el arco; Forlán, Jauregui, Masnik y Pavoni en el fondo; Mantegazza, Montero Castillo y Rocha en el medio; Cubilla, Morena y Espárrago de “puntero mentiroso” como se decía en esos tiempos.

Poco y nada se conocía en Uruguay sobre ese adversario.

Apenas 7 minutos demoraron los holandeses para “presentarse”. El gol de Rep precedería a otros 83 minutos de sufrimiento para los celestes. El rival practicaba lo que se dio en llamar “fútbol total”, que vino a revolucionar la táctica del mundo del fútbol por aquellos años. El “fútbol total” hacía referencia a que todos los jugadores atacaban y todos defendían.

Los dirigidos por Roberto Porta no hacían pie, no entendían a qué jugaban esos once hombres de camiseta naranja. La confusión era tremenda.

Uruguay fue frenando el aluvión lo mejor que pudo, con su fútbol lento y sin inquietar nunca en ofensiva. Mientras los celestes no se movían de sus posiciones fijas, los holandeses tenían las suyas pero no se ajustaban a ellas. Un zaguero podía jugar, durante pasajes del partido, en la delantera y el lugar dejado por él era cubierto por un delantero. Ese tipo de situaciones, jamás vistas, generaban un desconcierto enorme en los jugadores de Uruguay, que fue sometido de principio a fin por un equipo en el que todos atacaban, todos defendían, todos corrían. El cerebro era Johan Cruyff, que además de su depurada técnica e inteligencia mostraba un excelente estado físico.

Mazurkiewicz aparecía una y otra vez evitando el segundo gol. Mantegazza, Forlán, Masnik, acumulaban tarjetas amarillas producto de la impotencia para frenar a los ágiles rivales. “A Cruyff no lo iban a agarrar ni para pegarle” les había avisado Garisto a sus compañeros.

Montero Castillo no pudo con su genio y se fue expulsado a los 24′ del segundo tiempo por una fuerte entrada. Holanda estaba paseando a Uruguay pero solo le ganaba 1-0, hasta que el mismo Rep anotó el segundo recién en el minuto 87′.

El equipo de Holanda comenzó a llamar la atención de todos, tanto que hasta fue apodada “La Naranja Mecánica” (el apodo se basó en el nombre de aquella película de 1972, de Stanley Kubrick), por su estilo de juego. Es que, realmente, se merecía ese apodo.

Mientras Uruguay debutaba con derrota ante Holanda, suecos y búlgaros empataban y permitían que los celestes mantuvieran intactas sus posibilidades de clasificar. Se daba por hecho que Holanda sería uno de los clasificados en este grupo, por lo que resultaba imprescindible derrotar a Bulgaria para llegar bien posicionados al último encuentro, con Suecia.

El técnico Roberto Porta hizo cambios tras la penosa actuación en el debut: Garisto por Masnik en la defensa, Denis Milar por Cubilla y Ruben Romeo Corbo en la punta zurda, pasando Espárrago de “5” ante la ausencia del suspendido Montero Castillo.

Las variantes no surtieron el efecto esperado. Incluso durante el partido el DT decidió “devolverle” el puesto a Masnik excluyendo a Garisto, y antes había mandado al campo a Alberto Cardaccio por Mantegazza.

Uruguay no podía con el rival más débil. Perdía confianza en sus fuerzas, y eso quedaba evidenciado con estos cambios. Y a pocos minutos de ensayadas las variantes cayó un gol de Bonev.

La frustración aumentaba y los celestes evidenciaban una pobreza total en ofensiva. Morena, Rocha, Corbo, Denis Milar, ninguno lograba sobresalir e inquietar al arquero búlgaro.

A tres minutos del final, Morena (a quien le habían anulado un gol) la tocó por izquierda para el Chivo Pavoni, que sacó un zurdazo mordido, no muy fuerte y al medio. Que el gol del empate lo marcara un hombre de la defensa era una prueba de lo mencionado: Uruguay no tenía fuerza en el ataque.

Ese gol de Pavoni permitía llegar con vida al partido con Suecia, pero a juzgar por lo expuesto en los 180 minutos ante holandeses y búlgaros, no daba para ilusionarse demasiado.

El partido decisivo era ante Suecia, que tenía 2 puntos por sus empates con Bulgaria y Holanda. Los celestes un punto y necesitaban un triunfo para clasificar.

Porta repetía la misma oncena que defraudara ante Bulgaria, pero al ver que el equipo seguía sin responder intentaba variantes desesperadas: Cubilla por Corbo a los 43′ y Masnik por Garisto en el entretiempo.

En la segunda parte, apenas iba un minuto cuando cayó el gol de Suecia.

Luego se repetiría la película: Uruguay no ofrecía nada interesante en ofensiva, frenado por una firme retaguardia sueca. A los 29′ vino el 2-0 y allí se terminaba el Mundial para Uruguay. Era imposible que ese equipo celeste pudiera hacer tres goles en quince minutos.

Ni siquiera habría gol de la honra, por el contrario, tres minutos después llegaría el 3-0 para aumentar aún más la humillación.

La selección uruguaya había ido a Alemania con chapa de favorita al título, pero se quedó en primera ronda sumando apenas un punto y marcando solo un gol en 270 minutos de juego.

Fue el fracaso más grande de la Celeste en la historia de los Mundiales. Mucho más que el de Chile ’62 cuando también quedó eliminada en la serie, o los que vendrían luego (México ’86, Italia ’90, Corea-Japón 2002).

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Últimos artículos de Tribuna