Alucinación falsa: ¿Qué está detrás del coqueteo de Occidente con los nacionalistas ucranianos?

Un día, los neonazis apuntarán las armas estadounidenses que tienen en su disposición contra sus dueños de allende el océano.

Oleg Karpóvich, vicerrector de la Academia Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia

Mijaíl Troianski, vicerrector de la Academia Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia

Tras el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, en los medios estadounidenses y europeos se observan cambios drásticos en la información sobre los problemas del nazismo y los representantes de la ultraderecha en este país. La preocupación de Occidente por la nazificación de la comunidad ucraniana se sustituye con las declaraciones sobre un papel poco importante de los nazis, debido a su bajo apoyo por parte del electorado.

Se mencionan en calidad de una prueba de la “salud” y el bienestar público, ante todo, los orígenes judíos de Vladímir Zelenski y resulta que ni siquiera hay que calificar como extrema derecha los batallones “Azov” y “Aidar” (grupos extremistas prohibidos en Rusia) incorporados en la Guardia Nacional. En una declaración reciente del Ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Yair Lapid, se interpreta de forma extraña el Holocausto. El Presidente de Letonia, Egils Levits, se permite también interpretar de forma atrevida los acontecimientos que están desarrollándose en Ucrania. Cualesquiera otras opiniones se rechazan categóricamente como “una dura propaganda de Moscú”. ¿Cómo se puede entenderlo? ¿Los nazis son amigos de Occidente ahora?

En realidad, se mencionaron solo las preocupaciones manifestadas por Washington y sus aliados en los últimos años. ¿Y no le preocupó al Occidente colectivo que, durante ocho años, los habitantes de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk se sometieron a bombardeos sin piedad, humillaciones inhumanas al borde del exterminio total?

No por primera vez Occidente prefiere prestar apoyo al nazismo esperando usarlo contra Rusia. Después del fin de la Gran Guerra Patria, gracias al apoyo del Gobierno de EEUU que llevó a cabo una actividad subversiva contra la URSS, se logró preservar y sembrar en Ucrania granos de la teoría nefasta de misantropía con la ayuda de la CIA y la diáspora ucraniana en EEUU.

Después de 1991, esta política comenzó a divulgarse: se explicó a la gente que no hubo que usar la lengua rusa, que la cultura ucraniana tuvo supremacía y fue necesario glorificar el nacionalismo ucraniano. Estos procesos se escalaron adicionalmente después de 2014, cuando las máscaras se quitaron. Las personas que dejaron de disimular sus principios ideológicos llegaron al poder, una gran parte de la población del país se tomó como rehenes. Las autoridades no aguantaron ya la heterodoxia.

Los periodistas occidentales no quieren darse cuenta hoy tenazmente de que los neonazis ucranianos – tanto los que viven en EEUU, como los que están en las filas de las Fuerzas Armadas de Ucrania – siguen desempeñando un papel importante en la política de hegemonía estadounidense. Gracias a su rusofobia “genética”, la actual administración estadounidenses confía de ellos en mayor medida que de cualquier grupo político en Ucrania (Joe Biden y su hijo tienen vínculos empresariales muy estrechos con Ucrania). Después de muchos años del financiamiento y entrenamiento, Washington espera que ellos jueguen su papel histórico en una guerra global de “cancelación de Rusia”.

Mientras, la realidad lamentable de la propagación del neonazismo en Ucrania y el crecimiento de la influencia política de los representantes de la ultraderecha que se proclaman como seguidores de Stepán Bandera y Román Shujévich y glorifican la Organización de Nacionalistas Ucranianas (OUN, la organización prohibida en Rusia) implicada a los asesinatos masivos de la población civil, la tienen que reconocer a veces hasta los medios liberales estadounidenses que intentan disminuir la importancia de este problema.

Varios expertos califican abiertamente la glorificación de los ultranacionalistas por los medios estadounidenses como una traición de la misión del periodismo de publicar la verdad y como un intento de desestimar la existencia de un movimiento ultrarradical que debe tomarse en consideración a la hora de elaborar la política del Occidente colectivo en relación con los acontecimientos en Ucrania.

En esta coyuntura, la glorificación por Occidente del “portavoz” de los nacionalistas, Vladimir Zelenski, como “un líder de nivel global” es cínica y peligrosa tanto para Europa que ya fue cuna del nazismo, como para la actual administración estadounidense que no podrá hacer la vista gorda o justificar, durante un tiempo indefinido, las acciones de sus tutelados. Un cabildeo enérgico por Washington y los medios liberales del régimen de Kiev tóxico, conforme a los criterios democráticos occidentales, hundido en la corrupción, que subraya y se enorgullece de su orientación pronazi pueden perjudicar seriamente la reputación de la actual Administración USA.

Cabe recordar que no por primera vez los periodistas occidentales están alucinados por los asesinos y partidarios de las ideologías misantrópicas a los que la CIA entrenó para que luchasen contra los rusos. Un apoyo prestado a los “luchadores por la libertad” en Afganistán conllevó un ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York en septiembre de 2001 y la caza posterior de Usama bin Laden que continuó durante mucho tiempo. Lo mismo pasa ahora en relación con los neonazis ucranianos cuya ideología de exclusividad y supremacía no deja lugar a dudas de que una vez ellos apuntarán las armas estadounidenses contra sus patrocinadores de allende el océano. Estamos seguros que esto sucederá más tarde o más temprano.

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