Balance de Cine uruguayo: cada día mejor

Un notorio avance que se viene produciendo a nivel cualitativo y cuantitativo.

En lo relativo a la producción audiovisual uruguaya resulta notorio el avance que se viene produciendo a nivel cualitativo y cuantitativo. Pero si hablamos de calidad, no cabe dudas que el lugar de honor se lo llevó “El empleado y el patrón” de Manuel Nieto, una incómoda radiografía que marcó la división innegable de las clases sociales en el marco del Uruguay Rural. Mucho más que un ensayo sobre la desigualdad, las imágenes que desfilaron por pantalla dieron cuenta de mundos divididos donde se cruzaban intereses y la explotación se exhibía en forma desnuda. Resultó una muestra feroz donde el trabajo del empleado se parecía bastante a una forma de esclavitud domesticada y las diferencias del título no eran simples enunciados sino la constancia plena de una grieta cada vez más profunda. Un peliculón.

Por supuesto que el documental “Bosco” de Alicia Cano no podía estar ausente de esta selección. Una labor que demandó trece años para registrar el particular universo de un pueblito perdido de Italia donde viven unos pocos habitantes. A partir de los recuerdos de su abuelo, la cineasta elaboró una pieza de amor al cine y a la familia. Emotiva y contundente, la producción resultó una joya en estado puro de sensibilidad y el público respondió en consecuencia. Otro filme nacional que se las trajo fue “Virus 32” de Gustavo Hernández, una estupenda vuelta de tuerca sobre el tema zombis que planteó un excelente manejo narrativo. Desde el comienzo el filme mostró una capacidad óptima de caligrafía audiovisual como prólogo de lo que se venía. Si con “La casa muda” Hernández había dado que hablar, este largometraje terminó confirmando la excelencia directriz de un realizador que sabe lo que hace y lo hace muy bien. Mención aparte para la actriz Paula Silva que ya había demostrado su talento con el filme “En el pozo” y aquí reiteró su competencia para asumir el registro de nuevos roles.

En esta apretada selección también resulta impostergable referirnos a “9” de Martín Barrenechea y Nicolás Branca sobre la trayectoria futbolística de un prometedor delantero y el entorno que se generaba a su alrededor. El largometraje, que ganó el Kikito de oro a Mejor Filme Extranjero en el último Festival Cinematográfico de Gramado, también obtuvo el merecido reconocimiento a Mejor Actor para Enzo Vogrincic. Mostrando la faceta relativamente oculta sobre los pormenores del fútbol profesional y la explotación extrema de promesas jóvenes, la película resultó una obra compacta y sobresaliente. 

Con precisión quirúrgica, la propuesta desnudó el acoso, la manipulación y la cuasi esclavitud que puede esconderse detrás del glamour y los millones que mueve el popular deporte. Fue una película sobre fútbol casi sin fútbol, un retrato impiadoso sobre la zona oscura del balonpié, los contratos multimillonarios y la idolatría de masas. Rafael Spregeburd, como tiránico padre -manager, resultó un hallazgo.

Por su parte, “Mateína” de Joaquín Peñagaricano y Pablo Abdala Richero, también resultó distinguida como Mejor Película y Mejor Actor en el Festival de Cinema da Fronteira planteado un futuro distópico sobre la prohibición del mate en Uruguay. Una especie de ley seca que promovía el tráfico clandestino por el año 2045, mostrando imágenes que impresionaban como escenas de un pasado reciente y opresivo. En tono de comedia, el filme tuvo sus brillos en buena parte de los diálogos donde los actores Federico Silveira y Diego Lucio generaron más de una sonrisa en medio de la absurdidad propuesta. Quizás no logró redondear una obra que tenía mayor potencial en estado latente pero, sin lugar a dudas, manejó su buena cuota de originalidad.

Otro estreno nacional interesante resultó “Julio, felices por siempre” de Juan Manuel Solé, una comedia romántica interpretada por Chepe Irisity y Daryna Butryk, que se lucieron con desenfado en la piel de sus personajes, en medio de una narración que acusó ciertos altibajos más allá de algunos aciertos puntuales en el plano humorístico. Solé experimentó con un género muy difícil, arriesgando secuencia musical incluída y obtuvo un producto que, sin satisfacer del todo, bien valió la pena.

En medio de una profunda experimentación audiovisual, “Historias de invierno” de Gabriela Guillermo e Irina Raffo completaron una trilogía en base a la labor inclonclusa de dos proyectos fílmicos entre Guillermo y el cineasta francés André Labarthe que derivó en una particular conexión autoral volcada en la pantalla grande.

En otro orden de cosas, el formato documental tuvo varios ejemplos de calidad profesional como, por ejemplo “Delia” de Victoria Pena sobre la esposa de Jorge Mazzarovich, quien estuvo preso en dictadura durante once años. Los poemas que la mujer escribió como catarsis de esa sufrida espera resultaron el punto de partida para un sensible trabajo que conmovió a la platea. (Como ejemplo de lo señalado, la obra se llevó el Biznaga de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Málaga y una Mención especial del jurado del Festival de Cinemateca entre otras distinciones). Y ya que hablamos de documentales resulta impostergable mencionar “Al final del partido” del director Federico Beltramelli, una entrañable mirada a los utileros y cancheros de clubes chicos que dejan el corazón antes y después de cada partido. Una cálida radiografía de ese universo medio desconocido donde los denominados “oficios menores” quedaron encarnados en cinco protagonistas impagables.

Mientras tanto “El filmador” de Aldo Garay se apoyó en las filmaciones realizadas por el escritor José Pedro Díaz junto a su mujer Amanda Berenguer para recrear una suerte de diario cinematográfico durante su estadía en Europa. El resultado conformó una especial mirada, a modo de “poesía social”, sobre el tránsito recorrido. Garay, además, hizo doblete con “Guitarra blanca”, a modo de proyecto incloncluso que el poeta Grancisco Cibils fue manejando durante años sobre Alfredo Zitarrosa. En resumen, un homenaje al empeñoso cineasta amateur y el reconocimiento a una labor impulsada por la admiración sobre uno de los más grandes representantes de nuestro canto popular. No queremos olvidarnos de “Amarillo” de Eduardo lamas sobre el extraño fenómeno cultural que supuso este recinto under que dio que hablar durante la década del 90 y por el que desfiló una selecta nómina de artistas antes que cerrara definitivamente, dejando un vacío que, quizás, todavía no se ha vuelto a llenar. Los que lo vivimos, lo recordamos con enorme cariño.

Tampoco puede quedar en el tintero “8 cuentos sobre mi hipoacusia” de Charo Mato abordando el tema de la sordera a partir del testimonio de la propia directora. A partir de material de archivo y el relato en primera persona de la cineasta, el documental marcó un fuerte alegato sobre el rol de la sociedad y su relación con las capacidades diferentes. Por supuesto que esta selección tampoco puede obviar a “Benedetti, 60 años con luz” de Andrés Varela que apostó a historiar el vínculo sentimental entre el popular escritor uruguayo y su esposa a través de una rigurosa investigación no exenta de gran emotividad. Otro punto alto para la producción audiovisual nacional que cerró un año con la vara muy alta. Vale

La buena noticia, mediateca Ronald Melzer

Hace poco tiempo se realizó un homenaje más que merecido. En el Castillo del Parque Rodó se inaguró la Mediatec Ronald Melzer en reconocimiento a quien fuera un referente de la cultura cinematográfica de nuestro país. Organizada a partir del archivo de Video Imagen Club y con una biblioteca sobre producción audiovisual, el espacio propone ser un centro de consulta e investigación para cinéficlos, estudiantes, realizadores ypúblico en general. La mediateca cuenta con 8000 filmes en formato DVD y más de 500 libros sobre cine. Cabe destacar que también se realizan charlas sobre cine, talleres, exposiciones, exhibiciones, presentaciones de libros, entre otras actividades.

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