Clark Gable, a 62 años de la partida del Rey de Hollywood

¿A quién se le ha ocurrido gastar 500 dólares en retratar a ese chimpancé?», gritó indignado Jack Warner, presidente de los estudios Warner Bros cuando vio que la gente del estudio dedicaba una sesión de fotos a un muchacho torpón con unas orejas enormes y despegadas.

Aquel ‘chimpancé’ se transformó en un hombre arrebatador, dueño de una elegante virilidad y de una mirada irónica y mordaz que fulminaba a las mujeres. Aquel ‘paleto de Ohio’ —como lo veían en Hollywood—, orejudo, sin estudios ni modales se convirtió en Clark Gable, uno de los galanes inmortales del cine, un actor que todavía enamora a los espectadores 62 años después de su muerte.

En 1938, los cronistas de Hollywood lo bautizaron como El rey. Era habitual designar al soberano de cada temporada, pero Gable se quedó el título para siempre. ¿Cómo lo logró? «Los reyes se llevan sus secretos a la tumba», dijo Moix.

William Clark Gable nació en 1901 en Cádiz, Ohio, Estados Unidos. Su padre trabajaba en pozos petrolíferos y a su madre apenas la conoció: murió cuando él era un bebé de seis meses. Así que lo criaron sus abuelos paternos durante los primeros años; luego, cuando su padre se asentó y se casó con Lennie Dunlap, el niño se fue a vivir con ellos. Jennie es su primera mentora: tuvo varias, mujeres buenas que adivinaron su potencial y lo moldearon como apuesto seductor. Para él, Jennie fue «una de las personas más tiernas que he conocido en mi vida». Jennie le enseñó a tocar el piano y lo alentó cuando Clark mostró interés por el teatro. Clark dejó la High School, comenzó a trabajar en una refinería, y a la salida ensayaba con un grupo de teatro de Akron. Pero cuando tenía 17 años, su madrastra murió. Después vendría Hollywood.

Rudo, sardónico, apasionado y también refinado y tierno, Gable representaba a un hombre que enamoraba a las mujeres. Y eso le encantaba. Fue un mujeriego empedernido que no siempre se portó bien. Las apariencias importaban mucho en Hollywood. Y la de Clark Gable era la del hombre viril, machote. Pero demostró que también valía para la comedia ganando un Oscar (el único) por su papel en Sucedió una noche.

Su momento de esplendor fueron los años 30, desde los taquillazos de Los seis misteriosos (George Hill) o Un alma libre, en 1931, hasta su consagración definitiva como gran estrella en 1939 con Lo que el viento se llevó, y a principios de los 40, hasta su participación en la Segunda Guerra Mundial. 

En los 50, su estrella se mantuvo gracias a algunos éxitos, especialmente en el western o la comedia, entre los que se destaca Mogambo, y el propio actor declaraba que esperaba la oportunidad de poder cerrar su carrera con una gran película. No la encontró hasta que en 1960 protagonizó su último papel en una película mítica por muchas razones: Vidas rebeldes,​ junto a Marilyn Monroe y Montgomery Clift. Su rodaje concluyó el 4 de noviembre de 1960, doce días antes de la muerte de Gable. La película se estrenó el 1 de febrero de 1961.

Compartió cartel en seis ocasiones con la primera rubia que se convirtió en un mito de Hollywood, Jean Harlow, hasta la muerte de esta durante el rodaje de Saratoga en 1937, y formó tándem en tres películas con Spencer Tracy, hasta que este último decidió romper con Gable por motivos profesionales.

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