El conocimiento enchufado

A nuestra cabeza se enchufan y conectan terminales de cables desde donde entran y se transfieren miles de datos, imágenes e informaciones que luego se procesarán y dispersarán en nuestras múltiples redes internas. Son vacunas que nos alimentan. Somos una isla que recibimos desde el exterior y que al océano devolvemos, restos y aprendizajes. 

A través de redes de cañerías por donde se derraman saberes y contenidos que han llegado y que el cuerpo acepta y rechaza, recibe y entrega, y que no siempre discrimina entre verdades o mentiras. Todo pasa, todo fluye, todo termina en un magma mar de fluidos que finalmente salen hacia el universo exterior. Los conocimientos también se van. Los dejamos abandonados, los rechazamos, los cambiamos, o dejamos de darles valor frente a otros que tornan obsoletos a los anteriores en un camino infinito de flujo de verdades y mentiras, datos e informaciones, imágenes y realidades, pasados y presentes. O incluso no los entendemos y quedan por allí vagando incomprendidos a la espera de nuevos datos que nos ayuden a develarlos. Nuestros sentidos y especialmente ojos y oídos son las puertas por las cuales nos llenamos la mente y nos saturamos de ideas, y opiniones, de textos, imágenes y sonidos. 

Y que con ellos nos hacemos humanos. Son inyecciones de información que nos llegan y alimentan, y que también nos confundan y engañan. Son puertas que nos conectan a otros muchos mundos externos. Todo llega finalmente donde comienza el largo camino de procesamiento, dispersión, separación, análisis, archivo, uso o descarte.

La información llega y sale a todo instante La que no queremos y la que queremos e inútilmente quisiéramos retener completamente en sus detalles Nos conectamos con otros, que nos informan y confunden.. Ellos nos iluminan y nos dan libertades y también nos limitan caminos.. Somos un envase que se llena y vacía todos los días.

En la noche, e sueño decide por nosotros y guarda o borra sin nuestro permiso. Es el ciclo de una vida que no puede guardar todo, que es finita. Somos alimentados de información para vivir y también para nuestra supervivencia futura, y evacuamos la mayor parte de lo que nos llega.. Nuestra mente es como nuestro cuerpo, come y defeca y decide por nosotros qué guarda y qué abandona. Pero sin esas comidas de información no podemos crecer, pero tampoco vivir sin expulsarlas, sin seleccionar, sin devolverlas al mundo. En ese trayecto de entrada y salida identificamos nuestros valores, nos reconocemos como personas, vivimos y construimos nuestros placeres, criterios y deseos. 

Aprendemos y desaprendemos, aceptamos y recibimos, rechazamos y expulsamos. Es una selección extraña y distante la que nos alimenta y nos cura. Los productos culturales como vacunas son parte de ese flujo que nos nutre y da vida en el diálogo con los otros. Cables y ondas que llegan a nosotros, y también que nos enferman y nos saturan, y que tampoco nos dejan decantar y seleccionar con tiempo, con inteligencia, con capacidad. Estamos conectados a cables que nos contaminan mientras su flujo alimenta nuestra libertad de elección. Es la contradicción de una vida a la cual llegamos vacíos y que no tendríamos sin esos infinitos cables que nos ahogan.

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