Italia ‘90: la fallida revancha de la “Generación Francescoli”

En otro Mundial rodeado de polémicas, Uruguay volvió a presentar un plantel con varias estrellas pero nuevamente decepcionó.

Los de 1986 y 1990 fueron dos Mundiales casi idénticos para la Celeste y es por eso que siempre se han trazado comparaciones sobre lo hecho en México y en Italia. A los dos torneos acudió con expectativas de llegar lejos pero no pasó más allá de la 2ª fase pues le tocó cruzarse con rivales poderosos. La misma generación que había ganado los títulos en juveniles entre 1975 y 81, y la Copa América en 1983 y 1987, no logró concretar en los Mundiales. 

La historia de Italia ’90 comenzó cuando Oscar Tabárez asumió como técnico de la selección en agosto de 1988, un año y medio antes del Mundial. 

El maestro se había destacado ganando el Panamericano de 1983, clasificando a Wanderers a la Copa de 1986, con la juvenil en 1987 y ganando la Libertadores con Peñarol en el 87. 

Durante 1988 y 89 hubo nutrida actividad (cuadrangular en Colombia, otro en Paraguay, amistosos con Paraguay, dos con Chile y Perú, en Italia, dos con Ecuador, dos con Bolivia) hasta que llegó la Copa América de Brasil. Uruguay fue vicecampeón al perder con Brasil el partido decisivo un 16 de julio en Maracaná. 

Buscando el cupo en Italia ’90, Uruguay debutó ganando 2-0 en Lima, cayó 1-2 en La Paz ante Bolivia y encaró los dos juegos de local dependiendo de sí mismo aunque sin margen de error. Primero 2-0 a Bolivia y luego 2-0 a Perú.

Comenzaría luego la etapa pre mundialista. En febrero de 1990 Uruguay participó en la Copa Marlboro enfrentando a Costa Rica y Colombia, en marzo, ante México, visitó a Alemania abril logrando un empate 3-3 y exhibiendo un rendimiento muy alto.

Francescoli, que militaba en el Olympique Marsella y no fue cedido para ese encuentro, fue consultado por la prensa sobre lo que se opinaba en Europa de la selección celeste: “Fundamentalmente que ha cambiado su estilo. Esa ha sido siempre la gran preocupación del maestro Tabárez. Ha querido desde el inicio de este ciclo que Uruguay demuestre que no es todo lo que se dijo de él en el Mundial de México. Era el primer gran desafío para el grupo y lo ha asumido con absoluta responsabilidad. Uruguay ha jugado en Europa y está demostrando, con su juego, que jugamos fuerte pero no somos deshonestos, matones, como se dijo en el Mundial del ’86. El partido con Alemania lo vi por televisión y fue magnífico lo que hicieron los muchachos, demostrando, una vez más, que podemos lograr cosas importantes en este Mundial”.

Vendrían luego más amistosos, ante la Selección de Andalucía (1-1), Irlanda del Norte (0-1) y contra Inglaterra en Wembley (gran victoria 2-1).

Durante la gira, los integrantes de la selección desautorizaron a la Mutual, que había logrado un acuerdo con la AUF sobre premios y viáticos. Ese episodio generó además un conflicto con varios medios de prensa por comentarios que formularon sobre ese tema. También hubo roces con dirigentes, llegándose al extremo que los futbolistas prohibieron el ingreso de alguno de ellos al local de concentración. 

Otro motivo de diferencias fue la permanente presencia del empresario Casal en ámbitos que deberían ser privativos de la selección. En el amistoso ante Inglaterra en Wembley, Casal miró el partido junto a Tabárez, Gregorio Pérez, Gesto y el profesor Novelli, sentado en el banco reservado a los entrenadores. Se escuchaban quejas también por su permanente presencia en la concentración de Veronello, durante el Mundial. 

Italia ’90 fue el último Mundial en el que, en lo previo, la prensa internacional incluyó a Uruguay entre los candidatos.

El argumento era atendible: pocas selecciones podían presentar tantos buenos jugadores juntos; una ofensiva con la velocidad de Alzamendi y Sosa, más Francescoli, Ruben Paz, y con suplentes de lujo como Bengoechea, Aguilera y Fonseca; además de la presencia de zagueros como Gutiérrez y De León, y un arquero de la categoría Alvez.

Sosa (Lazio) y Aguilera (Genoa) se destacaban entre los mejores delanteros del planeta por la cantidad de goles que convertían en el campeonato italiano, que por entonces era la meca del fútbol mundial. 

Uruguay acudió a Italia ’90 con un plantel de jugadores consagrados y algunas promesas como Ruben Pereira, Sergio Martínez y Fonseca.

Su rival en el debut era España. El Estadio Friuli de Udine era el escenario para el debut de los celestes, que esa tarde desplegarían un fútbol ambicioso, obligando a España a replegarse en su cancha y conformarse con el empate.

Más de una vez Uruguay estuvo a punto de poner el 1-0, pero siempre falló al definir. A los 27’ del complemento se generaba el quinto córner para Uruguay (España solo había tenido uno), vino el centro y Herrera conectó un cabezazo que se metía al arco pero Villarroya, que estaba parado en la línea custodiando el primer palo, la sacó con la mano. 

Ruben Sosa tomó la pelota y la apoyó en el punto blanco. Su disparo salió tan potente como elevado. Fue el remate más fuerte del Mundial según las estadísticas de FIFA. Su velocidad alcanzó los 200 kilómetros por hora.

Debut con empate 0-0 y con el retrogusto amargo por haber tenido esa chance de ganarlo, en ese penal.

Justo el que erró ese penal fue Sosa, el que había hecho 5 de los 7 goles en la Eliminatoria. El mismo pueblo uruguayo que lo mimó por habernos llevado de la mano a ese Mundial, luego lo defenestró.

Bélgica era el segundo rival. Se trataba del cabeza de serie por su 4° puesto en México ’86.

Bélgica venía de vencer a los coreanos en el debut. 

En los días previos se había dicho que uno de los puntos fuertes de los belgas era el centro al segundo palo. Pues a los 15 minutos nomás se encargaron de confirmarlo. Desde la punta izquierda del ataque tiraron un centro cruzado para Clijsters (el líbero), que entró por el segundo palo y le ganó a Domínguez, cabeceando al palo derecho de Alvez, que se la jugó al izquierdo.

Otro detalle que se había mencionado antes del Mundial apuntaba a la condición física de Fernando Alvez. Se decía que no estaba completamente recuperado de su lesión en la rodilla de su pierna derecha. Pues, cuando a los 22 minutos Enzo Scifo remató desde 30 metros contra el palo derecho, el arquero demoró demasiado en llegar. Para tirarse debió apoyarse justamente en la pierna de la lesión.

Para el complemento, Tabárez hacía el mismo cambio que ante España: Aguilera por Alzamendi. Pero a los 2 minutos cayó el 3-0, en un contragolpe que tomó muy mal parada a la defensa.

Tres a cero a los 2 minutos del segundo tiempo y todos nos acordamos de Dinamarca.

Por suerte los belgas se conformaron con eso y se recostaron en el fondo, mientras Uruguay tuvo la pelota todo el tiempo pero sin saber qué hacer con ella. A los 27’, tras un córner, De León la metió al medio y Bengoechea (que a los 11’ había entrado por Ostolaza) definió de cachetada. Quedaba tiempo como para tentar la hazaña del empate, pero ese equipo uruguayo carecía de un plan para penetrar defensas cerradas. Ya lo había demostrado ante España cuando tuvo la pelota todo el tiempo y no pudo convertir ni de penal.

Bélgica con 4 puntos ya estaba clasificada. España tenía 3 y un saldo de +2 en goles. Uruguay con 1 punto y saldo -2. La única chance de quedar 2° se basaba en vencer a los coreanos y que España perdiera ante Bélgica, pero además había que absorber los cuatro goles de diferencia con los españoles. El camino más lógico para terminar 2° pasaba por hacerle 3 goles a Corea y esperar una derrota de España.

Pero lo más probable era que Uruguay terminara 3°, entonces había que estar atentos a cómo quedaban los otros grupos.

Cuando le tocó jugar a los celestes, ya sabían que el empate los dejaba eliminados y que solo tenían que ganarles a los coreanos para meterse en octavos de final. Pero la mala noticia era que, en caso de lograrlo, les tocaba cruzarse con los anfitriones del torneo. 

Alzamendi había sido sustituido por Tabárez en los dos partidos anteriores, ingresando Aguilera en ambos. Pues para este encuentro el maestro borró al Hormiga, no solo de los once sino también del banco de suplentes. El Pato parecía ser su reemplazante natural, pero el técnico prefirió al Manteca Martínez, cuando la mayoría de la prensa y la afición reclamaban la presencia de Daniel Fonseca.

Nuevamente de blanco, Uruguay salió al campo decidido a ofender al rival y apenas iba un minuto cuando una rápida combinación culminó con un remate de Francescoli en el palo. Parecía que el gol no tardaría en llegar, pero Uruguay fue perdiendo fuerza y hasta estuvo cerca de quedar 0-1 cuando De León barrió en el área a un coreano, al borde de cometer penal. 

Para el segundo tiempo Tabárez puso a Aguilera por Ostolaza. Fonseca seguía quedando último en la lista de delanteros.

A los 17’ el maestro finalmente se decide y manda al campo a Fonseca, sacando a Sosa, que tras fallar el penal en el debut no había mostrado ni el 10% de sus condiciones.

Ya pasada la hora, Fonseca fue víctima de una falta en el sector derecho del ataque, propiciando una pelota quieta. Era la última del partido. Domínguez amagó, los coreanos dieron el paso adelante, y cuando tiró el centro perdieron la marca de Fonseca que cabeceó solito y convirtió, en posición adelantada, pero el línea Diramba (de Gabón) corrió hacia el medio y el árbitro italiano Lanesse dio por válida la conquista.

Gritamos todos como desaforados, pero sentimos un poco de vergüenza. Era inadmisible sufrir tanto para ganarle a un rival tan pobre.

Tras el agónico gol de Fonseca, la delegación oriental se trasladó rumbo a la capital italiana, donde la Azzurra había jugado todos los partidos de su serie (1-0 a Austria, 1-0 a Estados Unidos y 2-0 a Checoslovaquia). 

Eliminar al anfitrión de un Mundial en 2ª fase parecía una quimera, y mucho más si se trataba de Italia. Tal vez en una instancia posterior resultara posible y eso se dio, cuando en semifinales Argentina le ganó por penales.

Tabárez advirtió cómo su equipo se había venido a pique durante el torneo. De un alto rendimiento en el debut pasó a una noche plagada de errores ante Bélgica y luego, frente a la débil Corea, terminó ganando pasada la hora y con un gol en offside.

El maestro percibió que varios de quienes habían sido titulares inamovibles durante casi todo su proceso, estaban mostrando un nivel muy bajo, y ante la emergencia de jugarse al todo o nada contra Italia decidió cortarles el crédito a varios. Herrera y Ruben Paz pasaron de titulares a no figurar siquiera en el banco de suplentes, ingresando en sus lugares Pintos Saldanha y Ruben Pereira. La presencia del volante de Danubio obedecía a una clara intención de reforzar la marca en el medio, donde jugaron Ostolaza, Perdomo y Pereira.

Otro que perdió el puesto fue Sosa. Quedó en el banco. Sergio Martínez había sido titular ante Corea pero ahora quedaba fuera del plantel de 16. Por ellos entraron al equipo Aguilera y Fonseca.

Asimismo, Alzamendi había desaparecido del plantel en el partido anterior, y ahora volvía, pero para sentarse en el banco.

En síntesis, para este partido donde había que ganar o hacer las valijas, Tabárez puso a Saldanha y mantuvo al resto de la defensa; agregó a Pereira en el medio en lugar de Paz; y cambió la ofensiva poniendo a Aguilera y Fonseca con Francescoli. Los cinco elegidos para integrar el banco fueron Zeoli, Revelez, Bengoechea, Sosa y Alzamendi. Y se quedaban fuera Eduardo Pereira, Herrera, Correa, Castro, Paz y Martínez.

Uruguayos e italianos se enfrentaban en el Estadio Olímpico de Roma y el ganador se cruzaría en cuartos de final ante Irlanda o Rumania. Era más complicado el rival de octavos que el de cuartos. 

Pero se dio la lógica: Italia siguió su camino y Uruguay se volvió a Carrasco con la misma frustración que en México ’86.

El Grupo de Estudios Técnicos que trabajó para la FIFA elaboró este informe sobre el partido Italia 2-0 Uruguay:

Desde el punto de vista de las actitudes, Italia mostraba más ambiciones que Uruguay, equipo que había mostrado poca y ninguna capacidad de llegada masiva. Cuando atacaban los italianos, sus hombres más avanzados tenían más apoyo cercano, mejor acompañamiento que los uruguayos en el momento de ir sobre el arco contrario. Su estrella, Enzo Francescoli, estaba muy solo en la ofensiva uruguaya, y se lo veía lento, con poca resolución para la lucha contra rivales que lo superaban numéricamente.

Los primeros 45 minutos se fueron en esa confrontación de estilos y tendencias. Italia trataba de forzar la penetración. Uruguay aguantaba tratando de enfriar el juego.

El entrenador Vicini sacó a un constructor como Baggio y lo sustituyó por un delantero de potencia como Serena, uno de los grandes cabeceadores de Europa. El cambio tuvo éxito, aumentó la presión sobre los defensas de Uruguay y liberó de marca a Schillaci. Cuando Serena llevaba 17 minutos en el campo habilitó a Schillaci en las puertas del área; parecía que los zagueros conseguían cerrarle su paso pero el pequeño delantero lanzó un remate fantástico. La pelota se elevó, superó a Alvez y bajó como un rayo.

Italia había conseguido romper la cortina de hierro que le oponía Uruguay. El cuadro rioplatense ya no tenía capacidad de reacción. Física y anímicamente Italia lo había doblegado.

Tampoco hubo capacidad de reacción en el banco uruguayo. Tabárez no atinó a emplear la contra táctica adecuada para contrarrestar el nuevo problema que le planteaba ese hombre gigantesco que Vicini había mandado para acompañar a Schillaci. Dejar un solo hombre, Nelson Gutiérrez, para combatir en el aire a Serena, era casi suicida.

En el minuto 83 Aldo Serena liquidó el pleito. Llegó la pelota por arriba, se elevó junto a Gutiérrez como si estuviera solo y aplicó el frentazo.

Concluida una nueva experiencia mundialista, en Uruguay se volvía a prender el fuego de las polémicas y volvía a hacerse común desparramar culpas. El director técnico nunca se escapa de las críticas, pero en este caso también se fustigó a los jugadores más importantes, siendo Sosa el más atacado. 

Italia ’90 sería el último Mundial para la generación que lideraba Francescoli, pues Uruguay no clasificaría ni a Estados Unidos ’94 ni a Francia ’98. “Haber jugado dos Mundiales forma parte de un recuerdo enorme –dice Enzo-. Es cierto que no pude ganar el título, que es una variable que escapa a uno. Pero así y todo, aún disfruto de haber participado en dos eventos maravillosos, lo máximo para cualquier futbolista más allá del resultado”.

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