Las “manadas” y la impunidad

Se suman los casos: la violación en el Barrio Cordón; los destratos y el ninguneo en el caso de la Operación Océano; el vil ataque al adolescente en Punta del Este, por estar vestido como un “ñeri” (volvemos al pasado: el aspecto determina la condición y la inocencia); la reciente denuncia de violación de dos mujeres por tres miembros de la Guardia Republicana; sin contar exabruptos de miembros del parlamento, que no parecen entender qué son ni a qué representan.

Cabe la pregunta ¿ qué significa “manada” ? y por qué emerge o por qué actúa, con esa sensación de impunidad . Con palabras de Pablo Jáuregui: “El lado oscuro de cualquier sociedad unida es que excluye y se opone a otras sociedades. Siempre hay un componente xenofóbico en cualquier grupo cohesionado”. Se refiere a las palabras del primatólogo Frans de Wall, que afirma que “ al igual que los chimpancés, seguimos formando parte de manadas cohesionadas hacia dentro, pero desconfiadas y agresivas hacia fuera, con ejércitos entrenados para defender su territorio y darlo «todo por la patria”. 

Cabe la pregunta de por qué surgen manadas en pleno siglo XXI, cuando solemos creer (o esperamos que) la sociedad haya avanzado, en el plano humano, al mismo ritmo que la tecnología o la innovación, o el masivo consumo. 

No es el caso. En momentos críticos, los seres humanos suelen agruparse de acuerdo a “empatías” por los iguales, y a “antipatías” por los distintos, el “otro” que termina siendo el riesgo, el enemigo declarado, visible por su apariencia y, por lo tanto, del que hay que defenderse, no importa cómo. Las manadas responden a una situación crítica (no vamos a entrar aquí a profundizar por qué suelen ser hombres quienes operan de esta forma).

El fenómeno no es únicamente uruguayo, sino global. Pero para que surjan (o para que se manifiesten a través de sus acciones) deben darse situaciones concretas y tangibles. Léase: el rechazo del sistema en su conjunto. Sin embargo, no parece ser el caso, y por eso mencionamos los ejemplos anteriores. 

Cuando el sistema (el gobierno) permite que se ponga en tela de juicio al Poder Judicial, a algunos parlamentarios, la señal es inequívoca: tanto liberalismo no conduce a algo bueno, sino a todo lo contrario. Como ejemplo, valen las “disculpas” de quienes agredieron al adolescente en Punta del Este: se disculparon, le dieron algo de dinero para que recuperara su gorro, y pensaron que era un ladrón por el aspecto. Tienen el tupé de decir que si hubieran querido atropellarlo, hubiera sido muy fácil. ¿Alguno se preguntó el significado de semejante afirmación? Dicen que cualquiera puede equivocarse, y eso puede llegar al homicidio. ¿Pero qué hizo que se creyeran con el derecho de atacar a un ciudadano por su aspecto? Pues precisamente esa disolución de la frontera entre el “nosotros” y el “otro”. La construcción del otro siempre es subjetivay está asociada a valores y creencias.

Sin embargo, los derechos cívicos están regulados por la ley y por las normas, si no, volveríamos a la ley de la selva, algo que a veces parece ser real. Si desaparece esaconvicción, cada cual puede hacer justicia por mano propia. Y eso es un grave riesgo. Cuando ese límite se viola, se instala la posibilidad de que haya manadas que operan por su cuenta, sin que importen las consecuencias: menores abusadas; violaciones; ataque a un adolescente inocente; desvalorización del papel de la justicia y de la ley. Ninguneo a las instituciones que nos permiten seguir funcionando como un colectivo humano, como una sociedad. El gobierno debe mandar señales claras de que esas acciones no deben tolerarse ni son comprensibles ni aceptables. No alcanza con decir que no representan a los hombres. No se aceptan disculpas posteriores al hecho, porque son “un error humano” o porque “pensé que era mayor de edad”, o porque “creí que la cuestión era consensuada” y otros etcéteras que generan náuseas.

Un gobierno refleja, no solo los tiempos que corren y sus peculiaridades, sino también un ejemplo a seguir, Un eje por el que la sociedad debe guiarse y tener bien claro lo que está bien y lo que está mal. La acumulación, en este corto período, de hechos de tal magnitud, de violencia y de violación de derechos humanos básicos, preocupan.

La sociedad (y el gobierno, antes que nada) debería preguntarse qué sucede y por qué estos hechos aberrantes. Una fuerza política, cualquiera sea su sello, que se declare democrática y republicana, debería dar respuestas claras y contundentes y poner las cosas en su lugar. 

Darle el lugar institucional que le corresponde a Jueces y Fiscales que intentan hacer su trabajo, y aleccionar a su policía.

De otro modo, estamos volviendo a la Edad Media.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.