Raúl Guerra Garrido, Premio Nacional de las Letras de España

El ganador del Premio Nadal en 1976 y del Premio Nacional de las Letras de España en 2006, el novelista madrileño Raúl Guerra Garrido, murió a los 87 años en una clínica de San Sebastián, ciudad donde residía desde 1960, tras las complicaciones derivadas de una reciente caída.

El autor, quien abordó en su obra aspectos políticos y sociales relacionados con la sociedad vasca desde los años sesenta, destacó por su compromiso en la lucha contra ETA y su posición crítica con el nacionalismo vasco, que hizo pública desde las filas del Foro de Ermua.

Nacido en Madrid el 4 de abril de 1935, Guerra Garrido era doctor en Farmacia. Publicó en 1969 su primera novela, Ni héroe ni nada, a la que siguieron Cacereño, en 1970, con la que inició su pentalogía del tema vasco, y Ay, de 1972, con la que obtuvo el premio Ciudad de Oviedo.

Más tarde publicaría La fuga de un cerebro, Hipótesis y Pluma de pavo real, tambor de piel de perro, con la que obtuvo el premio Eulalio Ferrer en 1977. Ese mismo año recibió el Nadal por Lectura insólita del capital, un libro que le consagró como gran escritor y que narra la historia de un industrial vasco que lee la obra de Marx durante su secuestro.

Después siguieron Micrófono oculto y Copenhague no existe, La costumbre de morir y Escrito en un dólar, Ayer —con el que en 1984 quedó finalista del Premio Planeta— y Dulce objeto de amor. En 2005 publica La gran Vía es Nueva York, otro de sus éxitos, y con el que obtuvo el premio de la Crítica de Castilla y León y el Villa de Madrid. En 1984 fue elegido presidente de la Asociación de Escritores (ACE), puesto que ocupó hasta comienzos de los 90. Colaboró en revistas de literatura como Kantil (1975-76) y Kurpil (1977-1981), además de participar en la creación de la Asociación de Escritores Guipuzcoanos.

Su obra y su compromiso cívico fueron reconocidos por la Diputación de Gipuzkoa en 2019, con motivo del cincuentenario de su obra Cacereño —un retrato de la inmigración a Euskadi en los años 60—, en un acto en el que fue homenajeado tanto por su faceta de escritor como la de “testigo ético” de los años del terrorismo en el País Vasco. La firmeza de sus convicciones le costó sufrir el acoso del entorno de ETA, que atacó en repetidas ocasiones sus propiedades y las de su familia. En abril de 1999 su farmacia en San Sebastián sufrió un primer ataque de “kale borroka”, en este caso frustrado, ya que los artificieros de la Ertzaintza lograron retirar un artefacto explosivo de fabricación casera.

El 20 de julio de 2000 los violentos lograron calcinar totalmente la farmacia, mientras que dos años más tarde volvieron a arremeter contra su familia, en este caso atacando la farmacia de su esposa.

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