Seis ONG alertan de que 8 millones de menores corren el riesgo de morir en 15 países por hambruna

Afganistán, Yemen, Burkina Faso, República Democrática del Congo, Etiopía entre los afectados.

Seis ONG que trabajan para la protección de la infancia, entre las que se encuentran Save the Children International y World Vision, han advertido de que 8 millones de niños y niñas corren el riesgo de morir en al menos 15 países por hambruna. Ante una crisis de hambre «sin precedentes», las ONG han hecho un llamamiento a la comunidad internacional para que se preste atención a las consecuencias «devastadoras» de la hambruna en los menores de países como Afganistán, Yemen, Burkina Faso, República Democrática del Congo, Etiopía, Malí, Nigeria, Somalia o Sudán del Sur.

«Si no actuamos ahora, las consecuencias de esta crisis de hambre tendrán repercusiones devastadoras y de por vida en la salud, la nutrición, la educación, la protección y la supervivencia de los niños y niñas», ha dicho la directora de Save the Children Internacional, Inger Ashing.

En este sentido, ante las 50 millones de personas que viven en niveles catastróficos por el hambre aguda, la ONG ha asegurado que la comunidad internacional tiene «la responsabilidad colectiva de garantizar que se tomen medidas urgentes para evitar la muerte de cientos de miles de niños y niñas». «Las organizaciones que trabajamos directamente con los niños, niñas, familias y las comunidades de todo el mundo vemos a diario los devastadores efectos que están teniendo los conflictos, la crisis climática, la COVID-19 y las consecuencias de la guerra de Ucrania», ha apuntado Ashing.

Asimismo, ha advertido del peligro que corren, en especial, las niñas, ya que pueden verse sometidas a matrimonio infantil, precoz y forzado, a un embarazo precoz, al abandono escolar o a la explotación sexual y de abusos. «Cuando los alimentos escasean, las niñas y las mujeres suelen comer menos y en último lugar», ha recordado. Save the Children ha indicado en un comunicado que «la seguridad alimentaria no es un privilegio, sino un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948», por lo que «el liderazgo internacional y la voluntad política deben impulsar tanto una respuesta inmediata como abordar las causas profundas del hambre».

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