Simplemente Francisco

Cuando salió humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina aquel13 de marzo de 2013, Los recuerdos comenzaron a mezclarse con emociones y nostalgia.“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam. Eminentissimum ac Reverendissimum Dominium, Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio qui sibi nomen imposuit Franciscum.” Quedé en otro mundo, recuerdos de otros tiempos. Cuando volví, sentí que algún lagrimón había rodado sobre mis mejillas. 

Casi cuarenta años antes, había demorado mucho en saber quien era aquel sacerdote… Cuando ante el féretro de un amigo entrañable, en el momento más trágico del exilio dijo, aquel 1976 del Plan Cóndores Buenos Aires, el

cura miró fijo y no pudo evitar decir: “¡Qué Bestias!” Papá, lo tomó del brazo y le dijo “No ofenda a las bestias padre, que matan solo para comer”. Fue duro. Quise llorar y no pude. Luego supe, era el provincial de los Jesuitas.

Una semana y algo después nos alejábamos de Argentina, amparados por la Embajada de Austria en Argentina. Comenzaba otro exilio. Muy distinto del que quedaba atrás. Lejos dela familia. Antes de la revolución de las comunicaciones que vivimos, los mensajes de Wilson al interior eran por casete. Con mi hermana y su familia nos veíamos algunas navidades. Ella escribía todos los días. Y mandaba ese relato diario una vez al mes.

El exilio ya no fue, junto a mis padres. Trabajaba de periodista en EEUU (todavía hay herrerícolas que insultan en las redes poniendo “nunca trabajaste…” y esas cosas….).Yo trabajaba en Uruguay, me echaron sin sumario del Poder Judicial (Juzgados Letrados en lo Penal de 1er y 3er Turno).Mientras conseguía contactos con la comunidad local de derechos humanos, también fui sereno nocturno del BID, entonces en la calle 17 de Washington. 

Luego comencé a trabajar en una entonces modesta oficina (hoy una poderosa ONG) que monitoreaba la política exterior yanqui (la WOLA). Mis padres en Londres, del otro lado del Océano. No hay en la vida pena sin recompensa. Esa distancias de los seres más queridos me permitió cosechar amistades y nuevos afectos sin los que no concibo mi vida. Por ejemplo, hasta hoy, Joe Eldridge, que fue mi Jefe en la WOLA. No entiendo mi vida cotidiana, el hoy, sin su influencia y distante compañía. La tarea de corresponsal de Canal 13 de México, me llevó a conocer a Mons. Romero, Arzobispo de El Salvador, cuando la Universidad de Georgetown, le dio un Doctorado Honoris Causa en su propia Patria. Nos hicimos amigos. Compartíamos la frustración de ambos, de no saber llorar de tristeza. Lo asesinaron el 24 de marzo de 1980.

Sus últimas palabras :”Les ruego, les suplico… en el nombre de Dios les ordeno: ¡DEJEN DE MATAR!»

Pasaron muchos años. Décadas. Murió papá. En el 95 el Presidente Sanguinetti me confía la Embajada de Uruguay en Argentina. A inicios del 98 muere el Cardenal Quarracino y asume su auxiliar, Oscar Mario Bergoglio, poco después elevado a Cardenal. La Iglesia estaba con el Estado (fue antes de la Reforma Constitucional de Olivos).Voy a conocer al flamante Arzobispo de Buenos Aires. Al extenderle la mano me repite la frase de aquella noche fatídica de mayo del 76. 

Rápidamente borró la dosis de shock con un chiste. “Soy muy amigo de uruguayo, tiene mucha influencia sobre mí. Es tartamudo«. ”Reaccioné a tiempo le dije “Tucho Methol”.Tras un pausa me dijo “Eso eso que me gusta del Uruguay.Todos se conocen.Se ve que tienen un solo tartamudo”. El resto del periodo, Tucho fue más de una vez a verle,le presentó un libro etc. Solíamos prestarle la Residencia de la Embajada, para recaudar fondos para mantener la Tumba del General San Martín, que se encuentra en la Catedral. 

No perdía oportunidad de hablaron él. Compartía mucho mis vivencias con Mons. Romero. Y un día cuando decidí regresar de Argentina me fui a despedir, Quedamos en seguir en contacto… pero no cumplí. Meraba un poco de vergüenza .Y ahora… era el Papa. El Primero no europeo, Ciudadano y militante de la Patria Grande. Metholiano.

Un día, mucho después, leo que les que va a hacer Santo Mons. Romero. La ceremonia de beatificación iba a ser exactamente (la misma fecha) 37 asó después de nuestros fugaz encuentro aquella fría noche porteña.

Volvía revivir nuestras conversaciones. Pero llega la noticia que no esperaba… me invita a la ceremonia en San Salvador. Experiencia única. Sentado al lado al altar vi pasa ante mi (y fotografié con mi celular), la camisa de Monseñor manchada en sangre del tiro que le quitó su vida en la tierra. ¡Se acordaba de mi! ¿Podía ser cierto? 

En Montevideo, una Parroquia tomó el nombre de San Romero de América. Es lejos de casa, pero voy. Siempre digo que vivo en el Centro pero aquel, es mi barrio. Mi nido, mi lugar en el mundo.

Poco antes de la Pandemia, me invitaron a un Congreso sobre “Tráfico de Personas”, tema al cual me vinculé mucho en mis tiempos en la Institución Nacional de Derechos Humanos. Quería llevar algo. Y como quien tira una botella al agua… Le pedí un mensaje. Me mandó un videito que tras un mensaje alentando nuestro trabajo, se despide y luego en un gesto totalmente informal, saluda con la mano y dice “¡Chaaau!” en forma casi burlona. Lo conservo y cada vez que lo veo se me -dibuja una sonrisa… 

Hace un par de semanas ocurre algo que si él lo supiera, las vueltas que tuvo, no dudo que se reiría. Y mucho. Me avisan que está en camino, desde Roma, una Bendición suya. Pasan los días y… nada. Ante la consulta de si la había recibido confieso que no. Así pues, me mandan el boleto de carta certificada enviada, con sello postal del Vaticano. Con el mismo me lo rastrean en el Correo del Uruguay y… aparece.

Estaba retenido en la Aduana por protocolo de seguridad ¿¿¿??? Bueno agradezco a la gente que me ayudó a hacerme de él. En la Dirección de Aduanas me pedían que firmara una declaración jurada sobre su contenido. ¿Cómo alguien puede saber que tiene una carta retenida si no le avisan? ¿Cómo Puede jurar que hay en un sobre que no ha abierto?

Hasta este último cruce de vidas con el Papa hace que sea imposible recordarlo, sin humor, sin una sonrisa que alimente el alma. 

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