Yo, robot

Gracias al trabajo nos realizamos y nos reafirmamos como personas pero también nos enajenamos y perdemos nuestra razón de ser. Tenemos también al interior de nosotros una tensión permanente en el trabajo. Es la máquina del mundo que avanza y también en nosotros mismos. 

El Taylorismo afuera en la vida real, y dentro en nosotros mismos, en nuestro deseo de superar a las máquinas y ser más eficientes, todo nos maquiniza y nos vuelve “robot”.

Sumamos los pasos, medimos los tiempos que faltan o recorrimos, calculamos las distancias, buscamos más eficiencia, soñamos y deseamos un mejor cuerpo que nos permita hacer más y mejores cosas. El deseo de la eficiencia está en nosotros mismos, en nuestros genes, en la búsqueda de ahorrar energía o tiempo, de vivir más o de conseguir más cosas y llegar más rápido al logro de nuestras metas. Nosotros nos vamos volviendo máquinas y robots, y nuestro propio entorno se va automatizando y mecanizando. La línea recta y la pluralidad de capacidades de acción es el pensar como máquinas buscando la mayor eficiencia. 

La naturaleza va quedando lejos y habitamos un nuevo mundo, y nosotros mismos somos posthumanos. ¿Cuantas veces soñamos con más brazos, manos y pies, para tener más estabilidad o para poder alcanzar más objetos a la vez y que no se nos caigan?. 

Pero como máquinas también consumimos más energía, necesitamos más reparaciones, y al tiempo dependemos de otros un poco más, incluidos quienes manejan nuestros marcapasos u accesorios. Somos máquinas de trabajo de médicos o mecánicos, de productores o de personas. Esclavos del tiempo y deseosos de más y mejores momentos en nuestro corto tiempo en esta tierra. 

Nos van implantando máquinas y herramientas para realizar los fines. Pero además de estar agregando válvulas, bypass, marcapasos o dientes, stent, transfusiones o clavos, tenemos la tentación de tener más brazos y piernas. ¿Seremos un día una máquina más potente?. Pensamos y proyectamos cosas que nos guían los pasos, y buscamos mejores caminos, aunque nos equivoquemos. 

Cuando en 1921, Capek acuño la palabra «Robot»; fue a partir de la palabra checa «Robota»; que significa servidumbre o trabajo forzado. La palabra rusa “rabota” por su parte es traducida simplemente como trabajo. En lo más profundo del hombre está el trabajo con el cual nos realizamos. La mecanización o la automatización son formas de esta enajenación, del exceso que venimos reclamando para vivir más.

Los límites están en los deseos de ser mejores, en la búsqueda de la realización, en querer más. Allí, en ese objetivo tan humano y loable, tan realista y tan necesario, tan simple y tan normal para superarnos, para cruzar la línea de nuestras mejores capacidades y demostraciones está no la línea final de mejores competencias y capacidades, sino el encuentro con la máquina, con el yo robot, con el que dejamos de ser lo que realmente somos por ahora hoy.

(«Yo,Robot», forma parte de la muestra «Vidas encajonadas, Reensamblajes conceptuales» de Claudio Rama que está expuesta en Tribu, Madonado 1858)

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