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Brasil 1950: la mayor hazaña en la historia de la Copa del Mundo

Emblemática historia que admira el mundo entero, cuando un grupo de uruguayos rompió todos los pronósticos que aseguraban la consagración de Brasil con goleada incluida.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la FIFA volvió a escenificar la Copa del Mundo en el año 1950, esta vez en Brasil. Y al igual que en el Mundial de 1930 no sería necesaria la disputa de Eliminatorias ya que no todas las selecciones estaban interesadas en participar de la contienda mundialista. Se repetían los casos de deserciones, incluso luego de haberse realizado el sorteo de series de la mismísima Copa del Mundo.

El sorteo del Mundial deparó que Uruguay debutaría con Francia y luego jugaría con Bolivia. Portugal se había retirado de ese grupo. Y también lo haría Francia. Ante la retirada de las escuadras europeas, Bolivia quedó como único rival a vencer para clasificar al cuadrangular final.

El 23 de junio el plantel viajó a Brasil en dos tandas, una de mañana y otra al atardecer. 

El primer partido fue una fácil victoria ante Bolivia por 8-0 en Belo Horizonte. El equipo celeste jugó con Máspoli al arco; Matías González y Eusebio Tejera; Juan Carlos González, Obdulio Varela y Víctor Rodríguez Andrade; Alcides Ghiggia, Julio Pérez, Oscar Míguez, Juan Schiaffino y Ernesto Vidal. Tres goles del Cotorra Míguez, dos del Pepe Schiaffino y uno cada uno del Patrullero Vidal, Pata Loca Pérez y el Ñato Ghiggia.

Tras la goleada, mismo en el vestuario, los dirigentes permitieron que los futbolistas tuvieran libertad hasta la medianoche para hacer lo que quisieran, pero alguno llegó más tarde de lo acordado y recibió una dura reprimenda de Obdulio Varela. 

En el inicio del cuadrangular final, mientras Brasil aplastaba 7-1 a Suecia en Maracaná, los celestes apenas pudieron rescatar un empate ante España.

Juan López repetía la misma oncena del debut. 

España había ganado sus tres encuentros, a Estados Unidos 3-1, a Chile 2-0 y Inglaterra 1-0.

Ghiggia era incontenible para su marcador Gonzalvo II y en el minuto 21 disparó cruzado a media altura venciendo a Ramallets. Pero a los 37’ empató Basora, que logró anticiparse a Andrade y meter un cabezazo. Un par de minutos más tarde, Molowny, dribleó un par de hombres y cedió a Basora quién volvió a convertir ante Máspoli.

En el segundo tiempo Uruguay fue por la igualada y estuvo cerca varias veces. Parra cortó justo cuando Schiaffino se iba expreso al gol y luego fue el meta Ramallets el que se lució ante un disparo del Pepe.

Uruguay atacaba pero se descuidaba en el fondo, y así fue como Igoa tuvo dos chances de poner el 3-1 pero falló al definir.

Tanto insistir por el empate, a los 28’, cuando ya se jugaba bajo lluvia, 

Obdulio recibe y saca un disparo desde 40 metros, metiéndola contra el palo. Tiempo después, Obdulio contó que “la cancha estaba muy pesada y tuve mucha suerte, porque la pelota se coló entre un montón de jugadores y el guardameta español no pudo verla. Es el azar. En el fútbol ocurre a menudo. De lo que estoy seguro es que le pegué al balón con toda mi alma. Toda el alma”.

En la segunda fecha del cuadrangular por el título Brasil volvió a golear a su rival, esta vez 6-1 a España, la misma España que casi le gana a los celestes.

Y mientras Brasil aplastaba rivales, Uruguay seguía sufriendo, esta vez ante los suecos.

El ingreso de Schubert Gambetta por Juan Carlos Gonález fue el único cambio para este partido.

A los 5 minutos Palmer puso a Suecia 1-0 y recién a los 39’ llegó el empate de Ghiggia. Pero a los 40’ otra vez los nórdicos se ponían arriba y habría que volver a remar de atrás en el segundo tiempo.

Uruguay insistía por el empate, un resultado que lo dejaba muy mal posicionado para el duelo ante Brasil. A los 32’ del complemento empató Míguez y él mismo se encargaría de anotar el 3-2 a los 40’, dándole a la Celeste el triunfo que necesitaba para llegar con chance al partido ante los dueños de casa.

La final

Que Brasil era el favorito surgía a las claras por cómo llegaba cada equipo a este partido decisivo, que no era la final del torneo sino la última fecha, aunque de ese duelo surgiría el campeón.

Días previos a la final los diarios brasileños mostraban respeto hacia Uruguay pese a los malos resultados con España y Suecia. Pero “O’ Mundo” publicó la foto del equipo de Brasil y el título “Estos son los campeones del mundo”. Eso enfureció a los jugadores uruguayos.

Los principales diarios de Brasil ya tenían sus primeras planas impresas, las carrozas estaban preparadas para encabezar el carnaval de los festejos y ya se habían vendido más de 500.000 camisetas con la inscripción de: “Brasil Campeao 1950”, el estadio se encontraba decorado con pancartas que decían: “Homenaje a los Campeones del Mundo”, además la Casa de la Moneda había acuñado monedas conmemorativas con los nombres de los jugadores brasileños, la banda de músicos presente en el estadio, quienes al finalizar el cotejo debían tocar el himno del ganador, no tenían la partitura del Himno Uruguayo. 

Antes de comenzado el partido, Máspoli le realizó un expreso pedido al director técnico Juan López: “Los defensores nuestros deben apretar bien a los punteros de Brasil, para que no tiren centros”. A lo que el entrenador respondió con la única indicación de la corta charla técnica: “Bueno muchachos, ahora un huevo en cada zapato y vamos para arriba”.

Cuando el inglés Reader da el pitazo inicial, Brasil se lanzó en tromba. El zaguero Matías González hacía un cierre, Obdulio se convertía en la sombra de Adhemir y poco a poco el fútbol plomizo y aparentemente cansino de los uruguayos aquieta el ímpetu brasileño. 

En ese primer tiempo, la única jugada de gol fue un tiro de Míguez en el palo.

En el complemento, a los pocos minutos un toque de Jair habilitó a Friaca, que cruzó la pelota magistralmente para convertir el primer gol

Se produce allí la situación en la que Obdulio se pone la pelota bajo el brazo y protesta pidiendo un intérprete para hablar con el juez. 

En el entretiempo Ghiggia había pedido que Julio Pérez se la diera a los pies en vez de tirársela larga. Entonces Ghiggia recibió, devolvió y picó y ahí sí se la tiraban larga. De esa forma llegó el gol del empate a los 21 minutos. Ghiggia picó, ganó y metió el pase al medio para que definiera Schiaffino. El Pepe siempre confesó que pretendió tirarla al otro palo.

En el minuto 34, Ghiggia hizo la misma jugada, se le escapó a Bigode y cuentan que Juvenal no le salió a la marca porque creyó que iba a hacer el pase al medio como en la jugada anterior, pero esta vez remató al arco.

Ary Barroso, que era el locutor encargado de narrar el partido para la radio brasileña, de inmediato dijo: “Eu sabía, eu sabía……. eu sabía”, soltó el micrófono, salió de Maracaná y abandono la profesión.

En el relato de la jugada, Duilio De Feo expresó: “Ghiggia a Julio Pérez, ¡Julio Pérez a Ghiggia! Ghiggia saca ventaja al marcador Bigode… entra al área buscando el tiro, ¡tiró! ¡Goool! ¡Goool uruguayo, gooooool uruguayo! ¡Ghiggia! Entró a la carrera el puntero derecho uruguayo, impulsó la pelota con gran violencia, entró entre Barbosa y el poste de la valla ¡Está ganando Uruguay frente a Brasil, aquí, en Río de Janeiro!”. 

Carlos Solé lo relató así: “Pérez le cruza la pelota a Ghiggia, Ghiggia se le escapa a Bigode, avanza el veloz puntero derecho uruguayo, va a tirar, tira y gooool, goool uruguayo. Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó al control de Barbosa”.

El autor del gol contó: “Me fui derecho al arco con poco ángulo. Cuando un back me salía a cruzar y Barbosa se abría para cortar el centro, tiré al arco y entró. Barbosa hizo la lógica y yo la ilógica”.

Obdulio Varela opinó: “La culpa no fue de Barbosa. A esa pelota la hizo entrar el destino”. 

El arquero Barbosa decía: “Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí”.

Una vez finalizado el cotejo, los periodistas acosaron al artífice de la jornada, preguntándole como había ocurrido el triunfo de Uruguay sobre Brasil. Obdulio pensó la respuesta unos segundos, meneando la cabeza, y con voz firme respondió: “Fue casualidad”. Inmediatamente después le quisieron sacar una foto, entonces él se puso de espaldas. El mismo Obdulio ampliaría su declaración a los tres días del partido: “Ganamos porque ganamos, nada más. Brasil era una máquina: nos llenaron a pelotazos. Métanselo en la cabeza: jugamos cien veces y sólo ganamos esa…La casualidad nos dio el triunfo”.

Noche de festejos mesurados y lamentos brsileños

Sin que sus compañeros se dieran cuenta, Obdulio prácticamente se escapó del modesto hotel en donde se habían alojado y comenzó a deambular en solitario por la ciudad carioca, las cuales prácticamente también estaban vacías. Según él mismo lo relató más adelante, entró a un bar y “me puse a tomar caña esperando que no me reconocieran, porque creía que si eso sucedía me matarían. Pero me reconocieron enseguida y, para mi sorpresa, me felicitaron, me abrazaron y muchos de ellos se quedaron bebiendo conmigo hasta la madrugada” contó a la Agencia DPA en una entrevista realizada en 1993. 

El 17 de julio de 1950 un diario brasileño tituló “Nuestro Hiroshima”.

El periodista brasileño Mario Filho, ideólogo del Maracaná, escribió en su columna: “Cuando yo iba saliendo vi un muchacho rodar y caer de cara al suelo, como muerto. Nadie lo socorrió. Había gente paralizada, el estadio se vació y aquellos rostros permanecían inmóviles, como si el tiempo se hubiese detenido, como si el mundo se hubiera acabado. No se oía una bocina de los autos que regresaban. La ciudad cerró las ventanas, se sumergió en el luto. Era como si cada brasileño hubiera perdido al ser más querido. Peor que eso, como si cada brasileño hubiera perdido el honor y la dignidad. Por eso, muchos juraron aquel 16 de julio no volver nunca a una cancha de fútbol”.

Mientras tanto, el diario Clarín de Argentina titulaba: “La derrota por 2 a 1 en el Maracaná provocó hasta suicidios”. 

Tan grande fue la tristeza brasileña que por dos años su seleccionado de fútbol no volvió a disputar un partido internacional. Incluso, a partir de ese momento, dejó de utilizar su tradicional conjunto de medias, pantalón y camiseta blanca con puños y cuello azul, el cual venía usando desde sus comienzos.

Brasil, que hasta ése día vestía de blanco, nunca más se ha vuelto a poner esa camiseta. Así nació la verde amarelha.

Eduardo Galeano escribió: “Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná: la noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar”.

“Los de afuera son de palo”

Existen muchos mitos sobre aquel partido. Uno sobre Obdulio Varela, quien motivó a sus compañeros con la frase “los de afuera son de palo”. Ghiggia cuenta que “eso vino porque tres dirigentes de Uruguay, el sábado a la noche, hablaron con Obdulio, Máspoli y Gambetta, que eran los de más edad y experiencia. Les dijeron que ya habíamos cumplido. Que tratáramos de comportarnos bien en el campo de juego, que no hiciéramos ningún problema y que si nos hacían 3 o 4 goles podíamos estar conformes. De eso nos enteramos en el pasillo rumbo a la cancha. Obdulio nos paró, nos comunicó lo que había pasado y nació ese dicho”.

“Los de afuera son de palo”. Algunos se la han atribuido a Obdulio y otros dicen que la frase fue del Mono Gambeta. 

Obdulio agregó, antes de salir a la cancha campo: “Muchachos, si los respetamos a los brasileños, nos caminan por arriba. Vamos a salir a ganar el partido”. Otras versiones indican que la frase del capitán fue: “Salgan tranquilos, no miren para arriba. Nunca miren a la tribuna, el partido se juega abajo”.

La pelota bajo el brazo

El otro mito sobre aquel partido es si Obdulio Varela se puso la pelota bajo el brazo para enfiar el partido tras el gol de Brasil, o si realmente estaba reclamando que el tanto había sido en posición adelantada.

En el libro del periodista uruguayo Juan Pippo titulado “Obdulio Varela: desde el alma”, el capitán contó: “¿La verdad? Yo había visto al juez de línea levantando la bandera. Claro, el hombre la bajó enseguida, no fuera que lo mataran. Me insultaba el estadio entero, obviamente por la demora del juego, pero no tuve temor… ¡Si me banqué aquellas luchas en canchas sin alambrado, de matar o morir, me iba a asustar allí, que tenía todas las garantías! Sabía lo que estaba haciendo (…) Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego, si no lo aquietábamos, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido”. 

Luego de ello les dijo a sus compañeros: “Bueno, se acabó, ahora vamos a ganarles a estos ‘japoneses’”, término que utilizaba para referirse a cualquier extranjero. 

“Cumplido solo si somos campeones”

Entre mitos y leyendas se escribió la historia del Maracanazo.

Otro de los hechos que generaron diferentes versiones fue el referido al pedido de los dirigentes uruguayos a sus jugadores: “Guante blanco, ya estamos cumplidos con haber llegado y poder jugar la final” dicen que dijeron los de corbata.

El dirigente uruguayo Jacobo, le recomendó especialmente al Cotorra Míguez que “traten de no comerse seis, con cuatro estamos cumplidos”. Esta versión fue corroborada por Míguez en una entrevista al periodista e historiador Atilio Garrido. Míguez le contó al capitán: “¿Sabe lo que me dijo el Dr. Jacobo? ‘Mañana partido de guante blanco y con cuatro estamos cumplidos’”. Míguez aludía a un encuentro que minutos antes tuvo en la rambla de Copacabana con el dirigente Dr. Juan Jacobo, de Peñarol, quien realizó esas sugerencias el día previo al encuentro decisivo contra Brasil. Y Obdulio le respondió, lacónicamente: “Cumplidos si somos Campeones”.

El premio que recibió Obdulio Varela por ganar la Copa del Mundo le alcanzó para comprar un Ford usado del ‘31, que le robaron a la semana siguiente.

“En aquel entonces no se entregaban medallas” cuenta Ghiggia. “Recién al regreso la AUF nos dio una medalla de plata y a los dirigentes de oro. Lo jugadores no la fuimos a buscar. Al tiempo otro presidente de AUF nos dio la de oro y allí sí fuimos”.

El Pepe Schiaffino opinó sobre Obdulio: “Yo hasta ahora no sé qué es eso de líder o caudillo en el campo. Había sí alguien mayor que nosotros, con más experiencia en fútbol, con cierta sicología que otros más experientes no tenían y que era Obdulio. Obdulio nos hablaba, nos hablaba bien, nos ordenaba. Y eso era muy importante”.

Obdulio Varela opinaba sobre su condición de líder y caudillo: “Yo no soy caudillo. A mí lo único que me gustaba era jugar al fútbol; mandar un poco; ordenar algo adentro de la cancha y nada más. Se nace para mandar. Eso no se aprende. Yo no represento nada. Todo lo que se diga son mentiras. Soy una persona como cualquier otra y lo único que me queda es la satisfacción de haber cumplido. La gloria no existe. La gloria es tener amigos que a uno lo quieran. Con la fama no se vive. A la olla hay que meterle algo adentro”.

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